Sobre nuestra posición acerca del burocratismo sindical

La clase trabajadora y su organización ha sido un tema de debate histórico al interior de los revolucionarios, esto, ya que entendemos, constituye la fuerza principal y dirigente de la revolución. Es por eso, que abordar el problema y los desafíos de la construcción política al interior de los trabajadores, es una tarea central, para el desarrollo y maduración de la lucha de clases.

Desde aquí, que nos interesa plantear ¿es el sindicalismo la forma de organización que requieren los trabajadores para desarrollar conciencia de clase y su potencialidad revolucionaria?

Primero, es importante reconocer que el rol que han cumplido los sindicados en la historia de la clase obrera chilena dista mucho entre un periodo de la lucha de clases u otro.

Así como en su origen los primeros sindicatos de hecho marcaron la pauta de las expresiones organizativas autónomas y avanzadas de la clase, su institucionalización, generó un método efectivo de cooptación y control de la lucha obrera, así como un medio para reducir la vida orgánica de los trabajadores al campo estricto del economicismo. En este sentido, en la medida que los sindicatos se norman y se integran como formas “representativas” al aparataje de la democracia burguesa, van liquidando su propia capacidad de constituir una fuerza obrera autónoma, subyugados a las reglas y límites que impone la burguesía para la “regulación” de los conflictos y la restricción del campo de acción de la organización de trabajadores.

Si nos situamos en el periodo reciente de la lucha de clases, podemos observar las características principales que ha tenido el movimiento sindical chileno. Mas allá de la baja tasa de organización sindical que atraviesa al conjunto de la clase trabajadora, los sindicatos casi sin excepción han adquirido un carácter burocrático, donde las dirigencias más politizadas, aisladas de las bases, operan tal cual fuera un pleno universitario, gastando grandes porciones de tiempo en lobbys y acuerdos con otras dirigencias sindicales, o espacios sociales, instrumentalizando la organización de trabajadores para los intereses partidarios de la dirigencia, esto, exacerbado por su rol de “funcionarios” del sindicato, donde una porción no menor opta prácticamente por no trabajar, alejándose así aun mas de la realidad de sus compañeros de trabajo. Así mismo las lógicas paternalistas permean las prácticas mayoritarias de las dirigentes, quienes intervienen y median los conflictos entre trabajadores y patrones, suplantando gran parte de las veces el propio protagonismo de los trabajadores.

En definitiva, hoy los sindicatos se encuentran completamente viciados de prácticas que limitan y erosionan la capacidad organizativa y política de los trabajadores, mientras que a su vez se encuentran subordinados a las dinámicas de la legalidad burguesa. Esto que impide el desarrollo de la autonomía de clase, que coarta la movilización y capacidad de lucha al marco impuesto por el orden burgués, es un enorme traspiés para el desarrollo de la conciencia de clase, dado que no tensiona ni cuestiona el marco legal y democrático de la burguesía, acotando el campo de lucha a lo “posible” dentro de las reglas del enemigo, y colocando un techo a la lucha y las demandas de los trabajadores. En definitiva, para nosotros, hoy el sindicalismo no es más que un instrumento de dominación patronal sobre los trabajadores.

Las organizaciones revolucionarias que proyectamos la construcción de poder popular como un poder antagónico al burgués, debemos replantearnos seriamente la formación de este tipo de espacios, que se encuentran muy lejos de ser expresión material en el presente de nuestro horizonte estratégico. No basta con querer construir un sindicalismo clasista y/o combativo (digamos por lo demás que es un cliché de la izquierda revolucionaria colocarle a todo el apellido clasista y combativo -como por ejemplo al feminismo-, como si eso resolviera el problema de contenido de ciertas demandas u espacios), la cuestión radica en el carácter o esencia de la organización. No se puede apuntar a destruir el orden burgués y utilizar este mismo como mecanismo de lucha, esto sólo nos lleva a alimentar las apuestas reformistas, alejándonos del camino de la revolución.

La superación del sindicalismo, y la tarea de levantar una nueva política y métodos de organización para los trabajadores, es prioritario si queremos construir una fuerza revolucionaria en el seno de nuestra clase. Romper con el paternalismo y el burocratismo mediante la democracia obrera, superar el marco legal de los conflictos laborales para impulsar la lucha y conflictos ilegales en nuestros tiempos y bajo nuestras reglas, ocupar la lucha reivindicativa como un proceso pedagógico revolucionario que forja la conciencia de clase y la formación política de los trabajadores, avanzar en el desarrollo político, y en la construcción de poder obrero en antagonismo con el orden burgués son elementos fundamentales si se aspira de forma sincera a conformar una clase para sí, que sea capaz de ponerse a la cabeza del proceso revolucionario y de poner en jaque la dominación del régimen burgués.