Sobre la falsa contradicción entre democracia y fascismo

En el contexto de la previa a la segunda vuelta en las elecciones presidenciales, hemos visto como se ha erguido un fuerte discurso, anclado sobre todo en el progresismo, que viene a instalar la necesaria y urgente tarea de defender la “democracia”. Desde ahí un llamado a votar por Boric, con un profundo sentido ideológico, y por tanto rechazar a Kast como expresión de una apuesta política que, según estos sectores, viene a ponerla en jaque.

Por otro lado, se ha propagado con fuerza la idea de que Kast representa un proyecto fascista, dado el discurso, conservador en lo ideológico, y abiertamente reaccionario contra los sectores movilizados, que ha pregonado abiertamente. Esta idea, que ha sido acogida por amplias masas y sectores de la izquierda revolucionaria, no ha quedado solo aquí, si no que ha llamado a organizaciones e individuos a exponer que el fascismo no solo está representado en el proyecto de Kast, si no que permea cada espacio de nuestras vidas, de ahí que algunos han terminado hablando abiertamente de la “fascistización” de las masas, o en otros casos, diciendo que prácticamente toda expresión de autoritarismo es fascismo, o  que el fascismo se expresa en todos los ámbitos de la vida, dándole a este un rol totalizante casi estructural en la sociedad.

Es por esto, que vale la pena profundizar cual es la democracia que el progresismo dice defender y leer de manera seria, lejos del fanatismo y la histeria, cual es el proyecto detrás de la candidatura de Kast.

Lo primero que creemos importante mencionar corresponde al carácter de la “democracia” que defiende el progresismo: que no es otra que la democracia burguesa. Como ya lo hemos mencionado anteriormente, la nueva fase de acumulación del capitalismo que se abre durante la dictadura, y se consolida en los gobiernos de la Concertación, ha consensuado la necesidad de dejar atrás las dictaduras como régimen de gobernabilidad y sostenerse sobre una base estable y a la vez flexible que le permita asegurar las condiciones para el movimiento libre de capitales, elevar el consumo (ampliando y diversificando la circulación de mercancías), y propiciar altas tasas de ganancia, de la mano de un proceso progresivo de empobrecimiento de la clase trabajadora y sectores populares, que se esconde detrás del manto del crédito y la falsa idea de ascenso social.Esta base estable y flexible es el régimen democrático burgués.

En Chile, la salida pactada a la dictadura, permitió darle un sentido de relevancia histórica a la democracia, que significó un gran consenso social, político y económico en el bloque en el poder, mientras que a su vez significó para las masas replegarse a la vida familiar y personal, donde la organización social y la comunidad carecían de sentido, dado que la democracia burguesa, y sus mecanismo de cooptación institucional respondían aparentemente a las aspiraciones por las que la clase trabajadora había luchado por tantos años.

Esta democracia burguesa, fue la que permitió la radicalización de la liberalización de la economía, mediante tratados de libre comercio, ampliación de los mercados, a través de inversión privada y pública, y de la mano de esto el desarrollo exponencial de una gran burguesía transnacional que hoy por hoy compite por los primeros puestos de las compañías mas grandes de AméricaLatina.

Tras tres décadas de este régimen democrático burgués, lo que en los 90´ era la máxima que cohesionaba a los sectores populares dentro del proyecto hegemónico de la burguesía, comienza a ponerse en entre dicho, generando ya para la década del 2000 nuevos escenarios de conflicto, que aunque aislados y esporádicos,  exponen desacuerdos y cuestionamientos hacia el bloque en el poder y su andamiaje político, que no solo muestran un continuismo de los pilares económicos y políticos que instala la burguesía a través de la dictadura, si no que devela una acción sistemática de consolidación y profundización de dichos pilares.

Dichos conflictos, que al calor de la última década comienzan a ampliarse, de la mano de la alta abstención en diversas elecciones, van dejando al descubierto un evidente agotamiento de la democracia burguesa. Este agotamiento, que en el fondo fue la perdida de legitimidad progresiva del régimen democrático burgués, si bien no logra expresarse para la clase trabajadora en organización política o de masas, si va agudizándose, y calando en la subjetividad de los sectores populares, al punto de elevar la lucha de masas a niveles inéditos e inesperados, con lo que fue la revuelta popular del 2019.

En paralelo a este proceso, se da un fenómeno que ya hemos mencionado repetidamente, y es el ascenso de los sectores medios. Este ascenso, resultado del desarrollo propio del capitalismo en su actual fase, genera una alianza de fracción de clase entre pequeña burguesía y sectores profesionales que va expresándose de manera precipitada en un desarrollo orgánico, político e ideológico, a través de organismos gremiales de profesionales, donde estos sectores comienzan a tener presencia y en algunos casos conducción, así como espacios de dirigencia universitaria, que dirigen grandes movilizaciones como la del 2011, y finalmente, la conformación del frente amplio en el  año 2017, que representa la maduración orgánica y política de este sector, con un fuente contenido progresista y liberal, que tiene un claro norte en reformar el modelo a favor de sus intereses, los que se ven puestos en juego con la precarización de la clase trabajadora y que arrastra a los sectores profesionales (ante un mercado saturado) al subempleo y a la perdida de los privilegios alcanzados.

Estos procesos que se viven en paralelo confluyen durante la revuelta de octubre, y dan cabida a un amplio movimiento social disperso orgánica y políticamente, con multiformes métodos de lucha, y que son finalmente contenidos y cooptados con el acuerdo del 15 de noviembre y el proceso constituyente.

Es bajo este escenario que se llega a las elecciones presidenciales actuales, donde tras la primera vuelta se pueden observar algunos elementos fundamentales:

  1. La crisis de legitimidad y el agotamiento de la democracia burguesa no fue resuelto mediante los mecanismos de cooptación institucional generados se evidencian de manera clara por los altos niveles de abstencionismo en los sectores populares.
  2. Por el contrario, en los sectores medios no existe crisis de legitimidad de la democracia burguesa, esto radica en dos elementos:
  • Es precisamente en el marco de esta democracia donde este sector se ha gestado, ha crecido y ha alcanzado una posición de privilegio, por lo tanto,lejos de ponerla en entredicho esta alianza de fracciones de clases cumple un rol fundamental en defenderla, proponiendo cambios en la medida que el margen del régimen democrático burgués lo permita, y siempre, por su puesto, en favor de sus intereses (que pueden o no ser coincidentes con los intereses de los sectores populares en ámbitos puntuales)
  • Este sector cuenta con representación política institucional, a través del Frente Amplio, y específicamente en la candidatura de Boric. Por lo tanto, tiene las fichas puestas en el ajedrez, donde la línea es apoyar la candidatura que más represente sus intereses y le otorgue mayor protagonismo dentro de la disputa que da la burguesía respecto a la mejor estrategia de gobernabilidad para oxigenar el régimen.
  1. La burguesía que sostiene la estrategia de ampliación democrática, y que respalda la candidatura de Boric, a nuestro parecer reconoce que aun no se ha resuelto la crisis de legitimidad del régimen democrático burgués, y por ende entienden la necesidad de reinstalar la “democracia” como un principio, aprovechando la coyuntura electoral, y desde ahí, que la victoria de Boric, no solo sea una victoria política, si no una victoria profundamente ideológica, donde se aspira a dar un cierre al agotamiento de la democracia burguesa, con la incorporación de los sectores populares en masa, defendiendo la candidatura progresista, en la segunda vuelta.

Por otro lado, cabe analizar que representa el proyecto de Kast, si lo que queremos es comprender porque la dicotomía entre democracia y fascismo es una falsa contradicción.

El proyecto de Kast, como lo hemos dicho anteriormente, es ante todo una apuesta de la burguesía para responder a la necesidad de asegurar la gobernabilidad necesaria que requieren los grandes monopolios para mantener sus altas tasas de ganancias. En este sentido, el proyecto del progresismo y del sector reaccionario de la burguesía no son proyectos antagónicos, si no que solo difieren en la estrategia de gobernabilidad.

Dicho esto, es importante comprender que en ningún caso y bajo ningún pretexto, ni Kast, ni los sectores de la burguesía que representa están dispuestos a poner en riesgo la democracia burguesa. El régimen democrático burgués es un elemento de consenso que incluso va más allá de las fronteras de nuestro país, es una máxima del capitalismo hoy, para propiciar el desarrollo de sus mercados, por tanto, no hay forma que un individuo, o un sector político en particular lo ponga en entredicho. Ahora, que su proyecto responde a la crisis de legitimidad de la democracia es indudable, y desde aquí lo que busca son al menoscuatro cosas:

  1. Frenar el proceso de lucha de la clase trabajadora, aislando y aniquilando a los sectores más radicales.
  2. Ejercer mediante el control, la seguridad y el orden público, los mecanismos de autoridad que otorguen estabilidad a la democracia y la burguesía.
  3. Actuar como caja de resonancia, de las posiciones mas conservadoras de la burguesía, que se han visto desplazadas por el posicionamiento de los intereses de los sectores medios.
  4. Representar a través de medidas populistas, nacionalistas y reaccionarias las problemáticas que aquejan a los sectores populares sobre todo en regiones, como lo han sido el conflicto mapuche, donde se ha instalado, mediante montajes y la criminalización ejercida por los medios de comunicación, la idea de que la violencia y el terrorismo viene de la mano de la lucha de los compañeros en el wallmapu, o el problema de la inmigración, donde se ha posicionado fuertemente que la precariedad laboral y el desempleo no son resultados del avance del capitalismo mismo, si no de los inmigrantes que ponen en riesgo la fuente laboral de los chilenos.

Estos elementos si bien hablan de una burguesía conservadora, autoritaria y reaccionaria, dista mucho de nuestra comprensión de lo que es el fascismo, por más que sea indiscutible el hecho de que arrastra características propias de este.  Por lo que, yendo más allá,  asumimos que el debate académico y pseudo intelectual sobre que es o no es fascismo, o si Kast representa o no un proyecto fascista, no nos parece relevante para el campo popular y para caracterizar las tareas de los revolucionarios. Lo que si nos parece fundamental, es que la caracterización del proyecto que representa, sea comprendido dentro del marco de las estrategias de la burguesía, y sobre todo que en ningún caso, pone en riesgo la democracia burguesa, más bien lo que hacen es reestablecerla mediante el orden y el impacto de medidas populistas que al menos en regiones han sido acogidas por amplios sectores populares.

Desde ahí, dada esta lectura, nos posicionamos sobre el debate de la siguiente manera:

  1. La democracia burguesa es el régimen por excelencia del capitalismo en esta fase de acumulación y todas sus estrategias, tácticas y métodos irán en la línea de defenderla, y garantizar su estabilidad.
  2. Los intereses o paradigmas morales específicos de ciertos grupos, o la adherencia de estosa algunos aspectos o características de ideologías como el fascismo, no están en ningún caso por sobre los intereses del capital, y si bien en otros momentos de la historia la burguesía recurrió a las dictaduras o al fascismo para imponer sus intereses, hoy esto no es una posibilidad dado que como ya mencionamos dentro de los grandes consensos del capital esta la democracia burguesa, puesto que es el único régimen que le permite en la actual fase de acumulación responder a sus intereses globales.
  3. Es falso, y denota una lectura superficial, identificar toda acción autoritaria como fascismo, así también reconocer en la pobreza, en la enseñanza o en diversos campos de la vida social la existencia de un fascismo omnipresente y todo poderoso que opera por sobre la sociedad de clases y los intereses de la burguesía.
  4. Rechazamos la idea de hablar de una fascistización de las masas, pues eso es claramente el resultado de una precaria inserción y conocimiento de la clase trabajadora y las problemáticas objetivas que les aquejan y de las cuales los revolucionarios, el reformismo y progresismo no hemos sido parte para afrontarlas y/o resolverlas.

Dicho esto, la falsa dicotomía  de democracia v/s fascismo no es mas que una apuesta discursiva del progresismo, que tiene como aspecto táctico la victoria electoral de la estrategia burguesa representada por Boric (detallada en los artículos anteriores de la revista), y como aspecto estratégico la revalidación de la democracia como valor social para las masas, y de este modo retomar el consenso social hegemónico de la burguesía que instaló, tras el plebiscito del 88, el cuidado de la democracia y su defensa a toda costa (aislando a los  sectores “radicales” que ponen en riesgo la “democracia”, copando los espacios de representación de masas, y subordinando las dirigencias sindicales a los intereses del capital), sentando así las bases para el auge del capitalismo,  y que hoy necesita reposicionar para salir de la crisis de legitimidad en que se encuentra el actual régimen.