Saludo Partido Revolucionario de los Trabajadores Argentina a Revista Militante

“Lo primero que creemos importante mencionar corresponde al carácter de la “democracia” que defiende el progresismo: que no es otra que la democracia burguesa. Como ya lo hemos mencionado anteriormente, la nueva fase de acumulación del capitalismo que se abre durante la dictadura, y se consolida en los gobiernos de la Concertación, ha consensuado la necesidad de dejar atrás las dictaduras como régimen de gobernabilidad y sostenerse sobre una base estable y a la vez flexible que le permita asegurar las condiciones para el movimiento libre de capitales (…)”

Estas palabras, escritas por Revista Militante en la previa a la primera ronda de las elecciones presidenciales, están expresadas desde la particularidad de la historia de la lucha de clases en Chile, pero manifiestan toda una tendencia política de la burguesía en el plano internacional. En Argentina esa política es implementada desde la caída de la dictadura en 1983, fecha desde la cual el concierto democrático burgués fue llevado a todos los planos de la vida: la democracia representativa, como forma institucionalmente determinada de organización, fue adoptada por el conjunto de las fuerzas políticas del régimen, desde los tradicionales partidos de gobierno como el PJ (Peronismo) o la UCR, hasta la izquierda reformista en sus distintas vertientes. La democracia burguesa, representativa por su método, constituye no solo una política mundial de la oligarquía financiera, sino también la principal barrera de contención para evitar el desarrollo de organizaciones independientes del proletariado. Y lo es tan así que el reformismo, esa izquierda parlamentaria que conforma verdaderas burocracias “rojas”, la reproduce no solo en su política electoralera, sino también en el seno de las organizaciones de masas. De esta manera empujan, en Argentina, a desviar toda lucha de masas hacia la institucionalidad de esta podrida democracia burguesa.

Sin embargo, la historia, la vida material y por tanto las aspiraciones del proletariado, son fuerzas muy grandes, que cuando encuentran su cauce consciente todo lo arrollan. Las propias formas de producción que la burguesía nos impone a la hora de organizar el trabajo, en equipos cada vez más colectivos, constituidos en trabajo celular; sustituyendo la imagen del capataz por la del coordinador o “team leader”; la socialización de la producción producto de la integración del mercado mundial; la creciente cantidad de riquezas que el proletariado produce y no puede disfrutar, son fuertes, muy fuertes, y desgastan, erosionan como el viento a la roca, a esta democracia. Vivimos en una sociedad en donde la organización de la producción dentro de una empresa es más “democrática” que la organización política que nos proponen: votar cada equis cantidad de años a un “representante” para que se encargue de decidir por nosotros. No importa si es delegado sindical, diputado o puntero barrial. La lógica implementada es siempre la misma: negar el desarrollo de la democracia obrera, directa por su método, en contraposición a la democracia burguesa, representativa.

Esa lucha, entre la democracia representativa que nos impone la institucionalidad burguesa y la democracia obrera que emerge como genuina forma de organización del proletariado, se da todos los días, ya sea en un territorio, una fábrica, o en un centro de estudios. Claro que la lucha revolucionaria es multifacética, y no se limita solo a la cuestión del método. Para que la democracia obrera se transforme efectivamente en democracia revolucionaria hace falta organización revolucionaria, ejercicio efectivo en el enfrentamiento de clases, desarrollo de la consciencia para sí, etc. Pero la dominación burguesa desde lo ideológico es tan grande que por todos los medios intentan ocultar esta cuestión: allí todos se abroquelan en la defensa del sistema, sean liberales, conservadores, reformistas o progresistas, puesto que sin confrontar directamente a la democracia burguesa, tanto en el aspecto de la lucha político-ideológica como en el desarrollo mismo de la lucha de masas, el ejercicio de toda labor revolucionaria se ve impedido. Si la burguesía ha apostado en este momento histórico a sostener el sistema capitalista haciendo uso de su democracia como herramienta principal de dominación, la labor de los revolucionarios consiste justamente en socavar, enfrentar y desnudar su contenido de clase; y en contraponerle a ella las históricas formas de organización del proletariado.

Por eso, desde el Partido Revolucionario de los Trabajadores saludamos muy fraternalmente la aparición de Revista Militante, que sin caer en posibilismos ni subterfugios, desnuda estos y otros elementos tan instalados en el discurso del reformismo y el progresismo actual, plantando una discusión que aporta verdaderamente a superar las dificultades contemporáneas del campo revolucionario. Se propone así como herramienta de propaganda, lucha ideológica y organización para los destacamentos revolucionarios en Chile.