¿Quienes son los enemigos del pueblo?

Tras poco más de cumplirse el primer mes de gobierno progresista, es innegable que se ha generado hacia este un ánimo de indignación y molestia, donde el rechazo al quinto retiro, el fracaso temprano de la estrategia de cooptación mediante el dialogo hacia las comunidades y organizaciones mapuches, junto con otros errores mediáticos, han provocado una percepción negativa de la gestión de Boric.

Es indudable que, de todos estos factores, el rechazo al quinto retiro es el que ha tenido un golpe más grande para la clase trabajadora, y que ha provocado un repudio, y una percepción de “traición” entre las masas, mientras que a su vez, sectores reaccionarios, como si de un juego de ajedrez se tratase, aparecen en escena apoyando esta medida en bloque, generando una confusión e incredulidad ante la votación en el congreso de dicha propuesta y la contra propuesta del retiro controlado que impulsó el gobierno.

Sumado a esto, y retrotrayéndonos al campo electoral, las elecciones presidenciales de diciembre del año pasado llevaron a muchas organizaciones y sectores del activo político más “crítico” a posicionarse a favor de Boric, ya sea por identificarlo como un “mal menor” (donde algunos incluso, sin ningún norte ni claridad política, llamaron a dar su apoyo crítico al gobierno), o simplemente como la opción “anti Kast” quien representaba en apariencia una corriente fascista en ascenso.

Hoy el resultado es un escenario difuso, donde la masa, quien puso sus esperanzas en la apuesta progresista, se enfrenta a una profunda desilusión, mientras que los sectores reaccionarios, aprovechan la situación para posicionarse como alternativa, consientes que serán el salvavidas del régimen democrático burgués, una vez que naufrague la estrategia de ampliación democrática que se impuso con la victoria de Boric.

Esta situación nos plantea la tarea de exponer nuestra posición respecto a un tema central ¿Quiénes son los enemigos del pueblo? ¿y por qué es tarea de los revolucionarios combatirlo de forma abierta y decidida?

Muchos han tenido la osadía de llamarnos infantilistas por ponernos en oposición a las alternativas que el camino electoral ofrece. Esto lejos de ser un problema de subjetivismos, o principismo, se basa en una posición que hemos reiterado en otros artículos pero que nos parece importante reforzar.

El debate sobre la vía institucional y las elecciones, son para nosotros algo que se sitúa dentro del campo estratégico de nuestra organización. Ante esto, muchos han aludido que siempre para los revolucionarios esto ha sido un tema de carácter táctico. ¿Por qué rechazamos esta posición? Porque los elementos que componen una estrategia bajo ningún pretexto pueden ser simple repeticiones históricas. Por el contrario, la definición de una estrategia reviste la necesidad de tener una comprensión profunda de la realidad concreta en que se pretende actuar.

Bajo nuestro análisis, el régimen democrático burgués, en esta fase de acumulación capitalista, cumple un rol medular, esto, porque permite la ampliación y la maximización de las ganancias de los capitalistas, así como el libre flujo de capitales y bienes de la burguesía nacional y transnacional.

Por otro lado, otorga estabilidad social, asegura el mercado interno, y es una excelente herramienta de cooptación social.

En este sentido, todo lo que refuerce el régimen democrático burgués y su institucionalidad, aparta al pueblo del camino de la revolución, y favorece de forma directa o indirecta a la burguesía.

Dicho esto, y como marco que nos permita responder las preguntas antes expresadas, hay que entender la dinámica política de la lucha de clases, y por tanto la dialéctica que la atraviesa. Ningún acto, ninguna iniciativa, ninguna idea, le es indiferente a la lucha de clases. Toda acción política, desde la más radical hasta la más “inofensiva” expresan una posición de clase. Y ante esto debemos ser enfáticos: o se actúa en favor de la clase o en contra de ella (y por consiguiente a favor de la burguesía). No hay tercera posición entre explotadores y explotados, como decía Santucho, así mismo no hay caminos ni apuestas en el campo de la política que queden exentas de esta ley. Por lo mismo, es tan importante el desarrollo de un análisis permanente, sistemático, riguroso y certero de la realidad, así como la elaboración de teoría política para la revolución.

Ahora bien, volvemos a exponer la pregunta ¿Quiénes son los enemigos del pueblo?

La conceptualización burguesa de “izquierda” y “derecha” para representar los programas políticos de los partidos institucionales y no institucionales ha deformado la idea de quienes son los enemigos y amigos del pueblo trabajador. Por un lado, los sectores más activos, pero menos preparados políticamente, han caído en la trampa de suponer que aquellos partidos de izquierda representan potencialmente o tácitamente un programa favorable para la clase trabajadora, en contraposición a la llamada derecha, que representa un programa favorable para los intereses burgueses.

Esta suposición no es solo ingenua si no que completamente errada. La división de los intereses de la clase trabajadora y la burguesía, no está puesta en la división izquierda y derecha, si no en un programa que lleve a la clase trabajadora a la conquista del poder y su emancipación, versus partidos u organizaciones que invisibilizan las contradicciones de clase, o que las contienen con medidas que reproducen y aseguran la viabilidad del régimen burgués. Es por esto que izquierda y derecha, son representaciones de alternativas burguesas, más progresistas o más reaccionarias, más liberales o más conservadoras, pero en ningún caso expresiones de una alternativa proletaria.

Un proyecto en defensa de los intereses de la clase trabajadora y el pueblo no es un proyecto que pueda reducirse a estas categorías de izquierda y derecha, por el contrario, es un proyecto que se construye en base a la autonomía de clase, y que se opone abiertamente a las expresiones orgánicas de la burguesía, indistintamente de su carácter progresista o reaccionario.

Es por esto, que los sectores que ingenuamente llaman a un apoyo crítico al gobierno, o que ven atisbos de esperanzas en su gestión, no hacen más que confundir al pueblo, proliferando en la ignorancia de las masas, ideas que solo le impiden su real desarrollo político e ideológico. Por lo cual, nos parece imperante emplazar a estos sectores a definirse políticamente, y reconocer en qué vereda están, en la vereda del pueblo o de sus enemigos.

El sector que más podríamos identificar en boga durante estos últimos meses, y al que muchos llaman hoy traidores del pueblo, es aquel articulado por el Frente amplio y PC, referentes políticos progresistas, defensores del capitalismo. El frente amplio y el Partido Comunista son a lo que comúnmente podríamos llamar “la izquierda”, y eso como ya mencionamos genera dudas y vacilaciones tanto en la masa como en las organizaciones o espacios políticos. La idea de que son el mal menor, o que pueden traer mejoras a la clase trabajadora, es una idea falaz, ciertamente muy pequeñoburguesa, y lejana a la realidad de la clase.

Es más, en un mes de gobierno, han demostrado buscar acuerdos que ante todo benefician a la burguesía, y que, si bien se sustentan en la idea del consenso y el dialogo, no son más que formas de cooptación, y de soporte social para la gobernabilidad y la oxigenación constante de la frágil democracia burguesa.

El progresismo tiene la tarea de buscar un nuevo pacto social, que otorgue sostenibilidad al régimen burgués, sin embargo, esta estrategia, que hemos definido de ampliación democrática, no ha logrado dar los frutos esperados.

En este contexto, es muy importante aclarar que el Frente Amplio y el PC, no son traidores de nada. Ellos han sido consistentes con su programa y su estrategia política. Ellos son partidos burgueses, y cualquiera que dude de esto, estará cayendo en la trampa del sistema político burgués.

No debemos sorprendernos por tanto, de lo que vendrá en los próximos meses de gobierno, ya sea -como bien hemos visto en este último mes- por el camino de la represión, el aislamiento de quienes se movilizan, la intransigencia con las demandas populares, o la búsqueda de acuerdos entre aparatos burocráticos de masas como la CUT y el empresariado, donde por cierto, se ha visto cada vez más cercanía con la CPC, el fin sigue siendo el mismo, salvar la democracia burguesa, darle continuidad a este sistema de dominación, garantizar las ganancias de la burguesía, y crear escenarios favorables para promover el desarrollo capitalista en nuestro país.

El resto de las expresiones políticas de la burguesía (desde la ex Concertación hasta el Partido Republicano), abren un abanico de posibilidades para quienes les gusta la variedad, y encarnan candentes debates mediáticos, que aparentan conflictos casi irreconciliables, pero que en la práctica no son más que matices en las estrategias de dominación respecto a cómo darle curso a la gobernabilidad del régimen democrático burgués, y expresiones de las diferencias que se originan a partir de la disputa interburguesa por la hegemonía, entre las distintas fracciones de la burguesía.

Vale decir que más allá del bloque en el poder que defiende de forma consciente, a pesar de los matices, los intereses de la burguesía también existen organizaciones de menor tamaño y envergadura que cumplen un rol para la burguesía, en la medida que sirven para desalentar a la masa, cooptar la lucha y movilización popular, o simplemente generar confusión, reproduciendo la ignorancia en la clase obrera. De aquí, que organizaciones parasitarias del Frente Amplio, o que se subordinan a sus iniciativas, agendas o planes, justificados en maniobras coyunturales, y alentados por el oportunismo que los atraviesa, son también enemigos del pueblo.

Caso emblemático es La Lista del Pueblo, quienes tuvieron un rol central en la cooptación de las masas de cara al acuerdo del 15 de noviembre del 2019, constituyendo una “alternativa popular” que finalmente desvió la fuerza e intención de lucha hacia el camino del voto y la representación institucional.

Así mismo, y por contrapartida, podemos mencionar a los sectores que con prácticas en apariencia radicales, esconden un tremendo desprecio por el pueblo, justificándose en un discurso individualista o una aberrante deformación de lo “insurreccional”, donde mediante prácticas aisladas de la masa, solo promueven ejercicios de violencia política que alimentan a los sectores reaccionarios, y disminuyen la moral del pueblo, quien a su vez resta legitimidad a los métodos de enfrentamiento directo, pues los reconoce como hostiles y perjudiciales para sus intereses. Ejemplo claro es la quema de micros, que lejos de ser una acción revolucionaria, o insurreccional, es un simple desparpajo de rabia, arrogante y vanguardista, que expresa un evidente desdén por la clase trabajadora y su potencialidad transformadora.

Finalmente es importante mencionar el factor moral que se expresa en la práctica política cotidiana de los activistas y sectores avanzados del pueblo.

La representación del discurso en una práctica coherente es vital para sumar a nuestra clase por el camino de la revolución. Nuestro ejemplo cala profundamente con quienes nos desenvolvemos, quienes ven en nuestras prácticas un ejemplo que puede actuar como motor y propulsor de la voluntad transformadora del pueblo, o al contrario restar y alejarlo de la lucha.

La irresponsabilidad, la indisciplina, el no cumplir los compromisos, la falta de empatía con nuestros vecinos o compañeros, la instrumentalización de la política para beneficios personales, el desprecio por la masa intentándola suplantar, o la falta de confianza en el pueblo, actuando de forma conservadora, bajo el argumento de que “el pueblo no entiende”, “el pueblo no está preparado”, “el pueblo no puede” son también prácticas individuales o colectivas enemigas del pueblo.

En definitiva, los enemigos del pueblo pueden tomar diferentes formas y dinámicas, desde expresiones radicales, institucionales o no, abiertamente reaccionarias, o camufladas en discursos progresistas. Incluso las prácticas individuales pueden oponerse al desarrollo de la lucha de la clase trabajadora, y constituirse en un enemigo de esta.

Para nosotros los revolucionarios no existen franjas grises en este sentido. El único camino real en beneficio del pueblo es el que lo conduzca hacia su desarrollo político, orgánico e ideológico, en pos de su emancipación, y por el contrario, toda práctica política que busque contener su fuerza, cooptar sus intereses, limitar su potencialidad, erosionar su conciencia de clase, alejarlo de su capacidad y vocación transformadora, confundirlo, desmoralizarlo e instrumentalizarlo, actúa en favor de la burguesía, y por tanto como enemigo del pueblo trabajador.