¿Quién gana con la convención constituyente?

El ascenso y consolidación de los “sectores medios”

El pacto firmado el 15 de noviembre marcó un precedente político en la coyuntura de la revuelta popular, transformándolo en un proceso conducido por la burguesía y sus facciones, representada políticamente por el oficialismo y la “oposición” junto a los “sectores medios” (compuestos por sectores profesionales e intelectuales más privilegiados emergentes de la clase trabajadora y sectores pequeñoburgueses), representados políticamente por el progresismo liberal (principalmente FA). Estos sectores medios van tomando un rol cada vez más protagónico en la coyuntura, asumiendo la dirección política del movimiento de masas y de los sectores populares, dirección que se consolida con la votación del plebiscito y luego con la elección de los candidatos de la convención constituyente.

Este proceso en el cual los “sectores medios” se forjan como clase (o mejor dicho alianza de fracciones de clases) es de largo aliento y tiene que ver fundamentalmente con su maduración orgánica y política al calor de las diversas coyunturas de los últimos 15 años, jugando un rol sumamente relevante para la dominación ideológica de la burguesía, que por un lado, permitió fortalecer el discurso aspiracional mediante la idea de la conformación de esta “clase media” emergente, mientras que a nivel político logró su mayor maduración con el nacimiento del Frente Amplio. Los sectores medios, que son el resultado del desarrollo propio del capitalismo en su fase de acumulación neoliberal, no sólo son los “hijos sanos” de este sistema, si no que a su vez son los sectores que asumirán un rol protagónico de dirección política en la lucha de clases, movilizando una agenda propia en alianza con la burguesía liberal.

Una vez entendida la naturaleza de clase de estos sectores y su rol, podemos analizar que dicho pacto firmado el 15 de noviembre no fue sólo un táctica coyuntural de la burguesía y los sectores pequeñoburgueses para apaciguar la combatividad de la clase trabajadora y socorrer la legitimidad del sistema burgués, pues mucho más allá de eso, debe ser entendido como un objetivo programático que desde el año 2013 (campaña “Marca A/C” en tu voto) intentaban impulsar las fuerzas progresistas (Frente Amplio), por lo que el pacto que orquestó, lo que muchos llaman, la “Farsa Constituyente” no es una trampa para la clase trabajadora, si no un objetivo político de los sectores medios y sus fuerzas progresistas, donde los sectores populares, se vieron arrastrados por la marejada institucional. En definitiva, la apuesta por la nueva constitución es efectivamente la apuesta clave de los sectores medios para avanzar en la conquista de sus intereses como clase.

La garantía de gobernabilidad de la burguesía y el bloque en el poder

El carácter de masas de la revuelta abrió un escenario propicio para la apuesta del proceso constituyente instalado como ya lo dijimos por los sectores medios representados por el progresismo, en alianza, primero, con la burguesía liberal y, segundo, con el reformismo, representación política de sectores minoritarios de clase pero que reconocen en la vía institucional y mediante reformas, la posibilidad de alcanzar algunas conquistas sociales en favor de la clase trabajadora. Esta apuesta, permitió la cooptación de la protesta en su punto más álgido, otorgando el respiro que necesitaba la legitimidad del sistema burgués.

El pacto del 15 de noviembre y la instalación del proceso constituyente, significaba para la burguesía liberal, un segundo aire para el sistema de dominación, aprovechando la desorganización política y la dispersión ideológica de la clase trabajadora, característica propia del periodo previo a la coyuntura. Es por esto, que la alianza con los sectores medios fue la oportunidad para responder a la crisis de gobernabilidad emergente tras el 18 de octubre, a su vez que permitía renovar y relegitimar el sistema político burgués.

En este contexto, también se esclareció el ordenamiento dentro de la burguesía y sus representaciones políticas, lo cual es importante analizar por sus motivaciones; por un lado Apruebo dignidad -FA- (expresión política de la pequeña burguesía y los sectores medios) buscó su consolidación como fuerza política emergente alejada del tradicionalismo concertacionista de la burguesía liberal (representado en Unidad Constituyente), esto pues, si bien la práctica política de dichas fuerzas subyace a la alianza entre los sectores medios y la burguesía liberal, de manera pública debía mostrarse como una fuerza alejada del tradicionalismo político de la burguesía que tras su agotamiento político y social, había perdido legitimidad llegando a su máxima expresión con la revuelta de octubre.

Pero, la mayor evidencia de crisis política se vivió dentro de la burguesía, entre sus expresiones liberales y conservadoras, siendo esta última la más reacia e intransigente con el nuevo periodo entrante y la táctica de alianza con los sectores medios, buscando cohesionar y radicalizar a la clase burguesa en defensa de sus intereses históricos. Y así, mientras que los sectores liberales fueron partidarios de la renovación política de la dominación burguesa, buscando concertar algunos acuerdos con los sectores medios y la pequeña burguesía, los sectores de la burguesía conservadora optaron por la radicalización política e ideológica, así como de sus expresiones organizativas. Sin lugar a duda, esta apuesta ha tenido amplio éxito, lo que se devela principalmente con el ascenso del fascismo, y su táctica populista que busca por medio de un discurso nacionalista y distante de las alianzas tradicionales de estos sectores, capitalizar el descontento de la clase trabajadora.

La cooptación y repliegue de la clase trabajadora y sectores populares

Considerando los puntos anteriores, la clase más golpeada por la salida política del 15 de noviembre fue la clase trabajadora que, como resultado de este proceso, sufrió la desmovilización, desplazamiento y subordinación a los intereses y tácticas de los sectores medios.

En este sentido, la cooptación de la clase trabajadora y los sectores populares mediante la salida institucional tuvo su mayor expresión con la conformación de la lista del pueblo, quien, mediante una campaña abiertamente populista -que recogía las consignas de la revuelta, y posicionaba como dirigentes públicos a personalidades que asumieron mayor visibilidad en las calles-, alcanzó un grado de representación amplia en la convención constituyente. Sin embargo, la lista del pueblo era precisamente el resultado de las condiciones de dispersión ideológica y política de la clase, que, si bien logró asumir la representación de ciertos sectores del pueblo convencidos por la salida institucional, lo hizo sin programa, ni base social, ni línea política. Lo que llevó de manera mucho más rápida de lo esperado a su desmembramiento y finalmente a la rápida derrota política de los sectores reformistas y populistas que en representación de sectores de la clase habían apostado por la salida burguesa (institucional) a la crisis.

Esto de la mano de una estrategia de criminalización y aislamiento de los sectores más radicales de la clase que ya no confluían con los intereses de la pequeña burguesía, con el objetivo de implantar como única vía de cambio la institucionalidad burguesa -mediante el proceso constituyente y presidencial-, evidenciando aún más la verdadera naturaleza de los sectores medios y su estrecha relación de dependencia con la burguesía y su condición como “clase” emergente (y a su vez dependiente) del mismo capitalismo neoliberal.

La criminalización y aislamiento se desarrolló a partir de una estrategia contrainsurgente que combinó la modernización y fortalecimiento de la coordinación entre los aparatos represivos, con un mayor gasto destinados a estos, y la implementación de leyes represivas como la ley de infraestructura crítica y ley anti barricada, junto a la ya existente ley de seguridad de interior del estado, y ley de control de armas, abriendo otro foco problemático como la prisión política, sostenida bajo montajes como falsas evidencias y testimonios de los aparatos represivo, así como el uso de la prisión preventiva como forma de amedrentamiento y castigo ejemplificador, que lograron tener gran repercusión en la clase trabajadora desorganizada.

En conclusión, el 15 de noviembre como hito político y el proceso constituyente, han permitido no solo darle una salida política consensuada por el bloque en el poder, sino que también ha demostrado ser la respuesta al proceso de ascenso de los sectores medios, que ven sus intereses expresados en dicho espacio, y que en alianza con la burguesía liberal buscan renovar y relegitimar la democracia burguesa.

No así, la emergencia y crecimiento del fascismo que más distante de este proceso, ha logrado en parte dar respuesta al descontento social con un discurso nacionalista y populista, y abiertamente en oposición al pacto constituyente.

En contraposición, la clase trabajadora, lejos de ganar con el proceso constituyente ha salido abierta y ampliamente derrotada, aislados los sectores sociales mas radicales, dispersa y con escasos niveles de organización, y tras el reciente fracaso de la emblemática lista del pueblo, se ha replegado en la desmoralización y el escepticismo.