Nuestra tesis sobre Poder Popular

Para nuestra organización, el poder popular comprende un pilar estratégico dentro de lo que denominamos la Estrategia Insurreccional de Masas (EIM). En este sentido, hemos definido que, para el éxito de nuestra estrategia, y por tanto para alcanzar la victoria de la revolución socialista, un factor determinante es la construcción de poder popular.

A su vez, entendemos el poder popular no solo como una vía para la revolución si no un fin, es decir el ejercicio democrático popular más elevado que pueden alcanzar las masas para impulsar las medidas económicas, políticas y sociales necesarias en la transición socialista, defender el proyecto popular y su hegemonía ante los ataques inevitables del imperialismo y la reacción interna, así como dirigir la transición socialista al comunismo.

En este sentido, abordar el debate y exponer nuestras tesis sobre poder popular resulta fundamental a la hora de pensar el proyecto revolucionario en Chile.

El poder popular como vía

Como ya hemos dicho anteriormente nuestra estrategia para la revolución socialista es la EIM. En este sentido, y sin afán de ahondar en esta, asumimos que el rol de las masas dentro de la lucha insurreccional y para la conquista del poder político no solo es fundamental, si no una condición de éxito (o fracaso en caso de no existir) seguro.

Las masas organizadas más avanzadas en conciencia y en disposición de lucha -y al interior de estas el Partido Revolucionario-, cumplen el rol de dirección político social del proceso revolucionario, pero también son quienes impulsan el combate en los momentos de mayor algidez social, y son quienes desarrollan las tareas organizativas en el seno del pueblo.

En este mismo sentido, y dando cuenta de la realidad del Estado chileno y el desarrollo, adoctrinamiento y profesionalización de sus fuerzas represivas, no cabe pensar en la aspiración a que sea un foco o un grupo aislado, ni un ejército quien asuma el enfrentamiento con las fuerzas enemigas, sino que es tarea del mismo pueblo y sus propios destacamentos y organizaciones, una vez alcanzado un elevado nivel de conciencia, moral revolucionaria y disposición de lucha, ejercer la acción directa, y los combates decisivos para abrir los escenarios que permitan avanzar a un periodo pre revolucionario, y en última instancia a la victoria.

Desde nuestra óptica, no existe en ningún caso, ningún otro camino que permita el triunfo del socialismo en nuestro país, por lo tanto, ni la idea de saltarse pasos mediante la participación en las instancias democráticas burguesas, ni el aventurerismo de avanzar rápidamente, pero aislados de la clase, son viables ni realistas. Al contrario, sobre todo (y esto nos interesa remarcarlo) la ilusión democrática electoral no es mas que un acto de ingenuidad, pequeño burguesa, oportunista y vacilante, que no tiene ningún asidero científico ni material, y que solo atrasa y dificulta el desarrollo de la conciencia de clase y la autonomía de clase que necesita el pueblo trabajador para encaminarse en la lucha revolucionaria.

Dicho esto, si las masas cumplen un rol esencial para la victoria, cabe preguntarse entonces ¿Qué características deben adquirir esas masas? ¿basta simplemente con la exaltación espontánea y el odio de clase para lograr una revolución? Nuestra respuesta es tajante en este aspecto. No basta con revueltas espontaneas, ni con reconocer al enemigo como tal para que sea posible una revolución. La masa debe alcanzar grados de organización, de articulación, de preparación, de desarrollo material, de condensación de sus aspiraciones y de conciencia bastante elevados, y eso no se da como un proceso homogéneo en todo el pueblo, ni llegan todos al mismo nivel, por el contrario estos aspectos se forjan de forma diversa, heterogénea, reviste particularidades culturales y sociales, y por lo mismo la clase para sí, no es en ningún caso una clase compacta y acabada (no existe una suerte de condición de inmutabilidad que impida retrocesos ideológicos o políticos) , ni libre de contradicciones, incluso aun en su mejor estado, alberga aun dentro de si a sectores reaccionarios, lumpen, delatores, traidores, que operan de una forma u otra a favor del enemigo (aunque en rigor estos puedan entenderse fuera de la clase para sí, pero dentro de la clase -o sectores populares- como condición objetiva). Idealizar al pueblo, y suponer que puede alcanzar algún grado de “perfección” es por decir poco, utópico, pero lo peor es que nos condena al fracaso.

En este sentido, podemos comprender y definir que el poder popular es el ejercicio de la autonomía y auto deliberación de la clase sobre sus aspiraciones y medios para alcanzarlas. Es un poder que se sustenta en el complejo organizativo de la clase trabajadora y el pueblo para hacer frente a sus necesidades y tareas, presentes y futuras, y que, encaminada para alcanzar sus objetivos, ejerce un poder que nace de la base misma de la democracia popular (directa, obrera, como se le quiera llamar), y que se proyecta hacia la sociedad como un cuerpo en movimiento, a través de la lucha, y de las acciones políticas y organizativas que impulsa en el cotidiano. De este mismo modo, es un poder que está en manos de los sectores de la clase que optan por ser protagonistas de su historia, que deciden colocar sus fuerzas y capacidades al servicio del proyecto que los moviliza, por lo que el poder popular si bien es democrático, excluye a las porciones del pueblo más atrasadas y que optan por el camino de subordinación al poder burgués.

El poder popular como vía asegura las condiciones de la victoria, y también comienza a preparar las condiciones para la construcción de la sociedad anhelada, desarrollando prácticas que se contraponen a las prácticas burguesas, así como una moral que subvierta a partir de la experiencia misma las relaciones sociales, ideas y sentidos comunes, que impone el capital. Construir poder popular es, por tanto, un pilar estratégico para la revolución, pero a su vez es el germen del nuevo poder y la nueva sociedad, sienta las bases y dota de experiencia a la clase trabajadora, y proyecta hacia fuera la vida que aspiramos a conquistar.

El poder popular como objetivo

La sociedad que aspiramos a construir, tanto en la transición socialista como en el comunismo, solo pueden alcanzarse por medio del poder. La pregunta es donde radica ese poder, y quien por tanto impulsa ese proceso. Para nuestra organización no existe posibilidad de que haya una transición socialista al comunismo sin un poder popular que dirija el cauce y defina, y materialice los pasos a seguir para alcanzarlo.

En esta línea, si en la lucha por el socialismo el poder popular coexiste con el poder burgués mediante la confrontación (punto que desarrollaremos mas adelante), en la transición socialista el poder popular debe conducir la transformación estructural de la sociedad en un proceso donde el estado va extinguiéndose mientras se preparan las condiciones para el comunismo.

El estado por lo tanto no pasa a ser una herramienta de un partido específico, si no una herramienta de la que se dota el poder popular para alcanzar sus objetivos y para luchar contra quienes quieren -ya sea por medio de la deformación política de la significancia de la revolución o por medio de la reacción burguesa que aun se ha de mantener-, socavar la fase socialista en curso, acelerando el paso, sin garantizar victorias (que aun en ese momento se deben alcanzar), aislados de la clase trabajadora dirigente, o retrocediendo en la historia para reestablecer el orden burgués.

El poder popular es quien lleva en su seno y bajo su dirección, el transito socialista, y es el poder que una vez alzado el comunismo se dotará el mismo pueblo (es decir la sociedad comunista) para resolver todos los aspectos de la vida comunista, colectiva y mancomunada que hemos de construir.

El poder popular y la lucha de clases

El poder popular no crece de forma espontánea ni tampoco por mera voluntad de las organizaciones que apuestan por su construcción, si no que responde, ante todo, al desarrollo de la lucha de clases.

Es por esto que, cuando la clase trabajadora se encuentra en un estado decaído, aletargado o en un franco retroceso, el poder popular y su base material, la organización popular, se desarticulan y difuminan dentro de una masa pasiva y dispersa, y a su vez, en la medida que madura la lucha de clases, el poder popular toma un rol protagónico que muchas veces rebasa a las dirigencias y organizaciones políticas, incluso aquellas que se definen como revolucionarias.

Dicho esto, no existe poder popular sin conciencia de clase, ni existe conciencia de clase si no hay una base material donde se desarrolle. Esto implica que la organización política y social del pueblo trabajador cumple un rol crítico para poder sostener el desarrollo de la lucha de clases, y ejercer el poder del pueblo.

Que la lucha de clases y su avance determine el desarrollo del poder popular, implica reconocer que, ante todo, este es antagónico al poder burgués y por tanto no puede coexistir de manera pacífica ni inserta dentro de sus aparatos de dominación. Por lo tanto, que el poder popular se ejerza de forma autónoma no es un fetiche ni una utopía, si no una condición propia de su existencia. En definitiva, nos referimos concretamente, a que cualquier expresión organizativa de la clase que sucumba ante las instituciones de la burguesía, mediante la cooptación o por aquellas formulas reformistas o populistas que llaman a la “instrumentalización” de la institucionalidad burguesa, claudica ante la tarea de construir poder popular, negándole al pueblo la posibilidad de desarrollar sus espacios y proyecto propio, y por tanto su autonomía de clase. De hecho, cualquier táctica que pretenda utilizar la democracia de la burguesía “a favor” del pueblo, solo está develando su posición anti revolucionaria, y solo perjudica el desarrollo del potencial y la capacidad de lucha de nuestra clase, encauzándola por un camino que simplemente la llevará como ganado a las filas de tal o cual fracción de clase de la burguesía y sus propias disputas.

 

Poder popular y poder burgués

Como ya mencionamos anteriormente el poder popular y el poder burgués son estructuralmente antagónicos. Donde exista conciliación entre ambos, donde se desarrolle la “coexistencia” pacífica, o donde se reconozcan territorios “liberados” que coexistan sin conflicto circunscritos dentro de un estado burgués, no hay poder popular. La lucha de clases por tanto atraviesa la dinámica y los niveles de confrontación entre ambos poderes, y nos permite proyectar los escenarios futuros de la lucha, donde, en un momento revolucionario, el pueblo alcanza su mayor estado de conciencia de clase, expresado en la capacidad, versatilidad y creatividad de la lucha insurreccional, y la claridad, determinación y convicción sobre el proyecto que impulsa la clase trabajadora.

El poder popular es creación pura del pueblo. No se gesta en ningún caso dentro de los márgenes institucionales ni organizativos que ofrece la democracia burguesa, por el contrario, va rompiendo al interior de las relaciones sociales de producción y las relaciones sociales en general las estructuras capitalistas que imperan, desplazando los mecanismos de la burguesía y la dirección política de esta, para instalar el ejercicio, prácticas y métodos propios de la clase trabajadora y la democracia popular.

En definitiva, el poder burgués y el poder popular se relacionan de forma antagónica y excluyente, donde en la medida que el poder popular crece, el poder burgués disminuye, o dicho de otra forma, cuando el poder popular avanza y hegemoniza las formas de relación social en los espacios donde se encuentra la clase, el poder burgués pierde espacio, retrocediendo en su posición hegemónica y de dominación.

Esto sucede porque el poder político, es decir la capacidad de decisión y de imponer la voluntad sobre los aspectos de la vida y el devenir de un grupo social (que puede ser tan acotado como una población o tan amplio como un país) no puede compartirse por dos fuerzas antagónicas. Por lo tanto, conquistar mediante la lucha o el ejercicio directo, la posibilidad de autodeterminación de la clase, sobre los aspectos esenciales de la vida, como la planificación de la producción en una fábrica, o la autodefensa en una población, bajo un proceso de organización atravesada por el protagonismo del pueblo trabajador y materialización de la democracia popular, es un objetivo político permanente que va sembrando los gérmenes de poder popular, y a la vez va achicando el cerco del poder burgués.

Por el contrario, donde la organización popular no reduce la dirección política del poder burgués, es decir, donde no se desplaza, por medio de la fuerza y la lucha, la conducción de la burguesía y sus aparatos de la vida del pueblo trabajador: no hay germen de poder popular. Este tipo de espacios, podrían ser entendidos como espacios de esparcimiento, cooptación, autosatisfacción, para compartir, recrearse, etc. pero en ningún caso podemos hablar de poder popular solo por la mera existencia de una organización social de masas, ni por más “radical” discursivamente, o por más “masiva” que sea. Pues el discurso radical de nada sirve ante una materialidad que no cambia, ni se inmuta, pues no golpea al poder burgués (como por ejemplo “asambleas” o colectivos “rebeldes”, que se ahogan en su propia marginalidad de la clase, y en discursos rimbombantes que no tienen ningún eco en el pueblo), ni tampoco la masividad, por más grandilocuente que parezca si se subsume o no conflictúa con las dinámicas, métodos y espacios de la democracia burguesa (caso emblemático son los comités de viviendas o los sindicatos de las fuerzas reformistas o algunas mal llamadas revolucionarias).

Poder popular y democracia popular

El ejercicio democrático del pueblo es central en el desarrollo de poder popular. Pues la democracia popular es la forma concreta que adopta este último. En este sentido, el problema de la democracia es siempre un problema político, y por tanto al abordar la lucha contra los métodos y estructuras y de la democracia burguesa, a la vez que se construyen espacios y prácticas autónomas de la clase, nacientes de su creatividad y experiencia histórica, vamos dándole forma y consistencia al poder popular, y disputando la hegemonía y la base de la dominación del orden burgués.

Dicho esto, podemos decir que no es posible construir poder popular si no ejercemos la democracia popular, y forjamos a partir de su práctica misma las bases del poder político del pueblo. Pero entonces, cabe preguntarse ¿qué es la democracia popular? La democracia popular, no es otra cosa que la forma que adopta el pueblo para ejercer su organización política con el fin de llevar a cabo sus objetivos, que son principalmente, la necesidad de defender las aspiraciones de vida de la clase, y la lucha por resolver sus necesidades materiales, a través de la organización, participación, planificación, preparación, estudio, y conocimiento de la realidad. Todo esto con el protagonismo de las masas que desarrollan su potencial y capacidades individuales y las ponen al servicio del proyecto colectivo.

A partir del ejercicio de las expresiones más simples y concretas de democracia popular en cada espacio local se van gestando los embriones de poder popular, los que pueden darse en cualquier campo donde se desenvuelva el pueblo trabajador, ya sea una fábrica, una población, un liceo o cualquier otro espacio donde existan relaciones sociales que crucen al pueblo, y que si bien hoy, están determinadas por la dominación burguesa y el poder que ejerce mediante sus propias instituciones y mecanismos, van mutando en la medida que la democracia popular se fortalece y se amplía.

Es por esto que, para nosotros, luchar, conquistar y construir democracia popular en cada espacio donde estamos insertos es un eje táctico de primer orden ante el actual periodo de la lucha de clases, y lo hacemos carne a través de un trabajo de masas que pone al pueblo al centro del que hacer, facilitando, movilizando o socializando los medios necesarios para su realización política como clase.