La pedagogía revolucionaria: nuestro método para la construcción

Una de las mayores problemáticas en la cual nos vemos inmersos como revolucionarios es la de enseñar a pensar, esto debido a que la burguesía y los sectores dominantes coartan el desarrollo de los sujetos populares desde la primera etapa, impidiendo que descubran, comprendan y actúen en su realidad, negándoles el acceso al conocimiento, limitando sus capacidades intelectuales, el desarrollo de la conciencia, y su preparación en miras a forjar un movimiento revolucionario. Es por esto que planteamos la necesidad de construir una pedagogía revolucionaria.

Es importante reconocer, antes que nada, los objetivos de la pedagogía revolucionaria. En este sentido, debemos comprender que la pedagogía revolucionaria tiene un amplio campo de acción y que es aplicable en todos los procesos de construcción y organización de masas, colocando su propósito en a) formar el pensamiento de los sujetos a partir de las experiencias de la vida b) alfabetizar -desde un concepto amplio- lo que permite que los sujetos desarrollen sus capacidades intelectuales c) formar ideológicamente, forjando una moral revolucionaria y una visión de mundo, a través del compañerismo, la solidaridad y la lucha.

Respecto a las capacidades intelectuales, cabe destacar que los sujetos no están limitados desde el nacer a poder cultivarlas, sino que las condiciones materiales y subjetivas de nuestra clase no permiten un desarrollo óptimo del sujeto. Por esto vemos que la inteligencia es una capacidad que se desarrolla y perfecciona a medida que el ser humano tiene contacto, pero, sobre todo, va transformando, su cultura y su medio social. Si bien, reconocemos que esto no se puede concretar de forma espontánea en un sistema económico que, para beneficiar a algunos a costa de la explotación de otros, utiliza la ignorancia y la privación del conocimiento como medio de control y de dominación, es posible subvertirlo en la medida que ejercemos un proceso pedagógico transformador.

Dicho esto, entendemos la pedagogía revolucionaria como la principal herramienta/método para la construcción político social de masas, que permea nuestra práctica política de inicio a fin, y que tiene por objetivo elevar la conciencia de la clase trabajadora e instarla a la lucha. En este sentido, identificamos 4 pilares que sostienen la práctica de la pedagogía revolucionaria: a) La curiosidad, como forma de explorar y reconocer la realidad, cuestionando los saberes y “verdades” que instala la clase dominante, b) La experiencia, como ejercicio material fundamental para desarrollar el conocimiento c) El ejercicio de lucha, para transformar nuestro espacio inmediato incentivando a la batalla con el enemigo, destrabando las limitaciones que impone la burguesía c) La colectividad, para ejercer una práctica que incida en nuestra realidad, generando un aprendizaje a partir de la interacción con otros y sobre todo, la superación de la fragmentación y parcelación de la realidad, para comprenderla como un todo.

 

Curiosidad: Uno de nuestros primeros desafíos en el trabajo de masas es poder permitir y fomentar el cuestionarse la realidad, para esto debemos comenzar por comprenderla y hacernos parte de ella. El colegio, los medios de comunicación, el entorno social en sí (donde la familia cumple un rol protagónico), han sido un importante espacio de “llenado de la memoria”, en la cual los sujetos reproducen y aprenden a través de la imitación o la repetición, en un absurdo, que ajeno al interés de los sujetos, los obliga bajo un ejercicio de autoridad a integrar “verdades” o “conocimientos” carentes de sentido para estos. Por esto, impulsamos dos elementos que atraviesan los métodos para ejercitar la curiosidad: la pregunta y el juego. La pregunta, es un mecanismo fundamental para ir despertando la inquietud e interés, así como para ir forjando ideas colectivas, abriendo espacio a la duda, y explorando nuevas reflexiones y conocimientos. Por otro lado, el juego, es una herramienta pedagógica primordial, porque moldea la forma de vincularnos con otros, refuerza la moral revolucionaria y los valores que deseamos promover, simula experiencias, facilitando el aprendizaje desde lo concreto, y genera entusiasmo, aspecto vital para aprender, desarrollar la conciencia y la disposición de lucha en el pueblo.

Experiencia: La experiencia no es por si mismo un método pedagógico, pero es el punto de partida para el desarrollo dialectico del conocimiento. Enseñar a pensar el mundo de manera dialéctica es fundamental para comprender las contradicciones que atraviesan la sociedad y la dinámica de la lucha de clases. Para esto, lo primero es partir de la realidad a la teoría, de lo concreto a lo abstracto, y desde la misma realidad, situar la experiencia de los sujetos en un campo concreto de la lucha de clases, donde es posible reconocer los antagonismos que la atraviesan. De esta manera los sujetos pueden identificar las problemáticas propias de nuestra clase, y a contraposición, los privilegios que ostenta la burguesía.

Ejercicio de lucha: La lucha es una herramienta de educación política fundamental, desde aquí, aprendemos a organizarnos, a planificar, a construir un pensamiento estratégico, nos reconocemos con nuestros pares, y vemos en la práctica como opera el enemigo, ya sea mediante la cooptación, la invisibilización de los conflictos o directamente desde la represión. En este campo, el ejercicio de lucha siempre debe entregarnos aprendizajes, tanto cuando ganamos, como cuando perdemos. Aun así, alcanzar pequeñas victorias, es fundamental para validar el único camino que llevará al pueblo trabajador a alcanzar la conquista de sus intereses. Por tanto, hacer de la lucha un proceso de aprendizaje solo puede ser posible, si los educadores revolucionarios, es decir la militancia revolucionaria, es capaz de exponer de forma clara las demandas levantadas por las organizaciones sociales y el movimiento de masas, sus bases estructurales, así como los balances de cada conflicto, y trazar de manera colectiva con el pueblo los objetivos y medios a utilizar en la lucha. Es decir, desarrollar como práctica política permanente de la militancia, el ejercicio de la agitación y propaganda revolucionaria local y la democracia popular.

Como ya mencionamos esto nos plantea una nueva cuestión, la experiencia y la curiosidad no resultan suficiente si no existe la lucha. Por ende, es necesario identificar las problemáticas, conflictos y contradicciones que atraviesan a nuestra clase, y hacerlas una bandera de lucha, agitando y promoviendo la movilización social, de forma organizada, incentivando mediante su ejercicio, el compromiso, la disciplina y la conciencia de clase. Por esto afirmamos que toda experiencia educativa para ser revolucionaria tiene que ser desde la lucha.

Colectividad: Por ultimo la actividad colectiva, emana de un principio fundamental: todo aprendizaje puede alcanzar un nivel mayor de profundidad y efectividad si se realiza de forma colectiva, y todo aprendizaje tiene siempre un propósito, y ese propósito tiene un componente moral, que forja el compromiso y la disciplina conciencie, cuando es colectivo. Por lo tanto, la organización donde se gesta la acción colectiva pedagógica es un medio natural para el desarrollo del conocimiento de nuestra clase, y donde el objetivo de tal aprendizaje se sustenta en el objetivo de la organización. En este sentido, un elemento medular de la pedagogía revolucionaria es que el bien del colectivo está por sobre los intereses individuales. La base de esto es que el aprendizaje colectivo otorga un rol activo y protagónico a los sujetos, y un fin que los moviliza e impulsa como grupo a convertirse en fuerza transformadora.

Desde aquí, podemos identificar dos elementos centrales de la colectividad como ejercicio pedagógico: la disciplina consciente y la validación y promoción de las características individuales de los sujetos.

La disciplina consciente, parte de las tareas pedagógicas de la militancia revolucionaria (tanto hacia la masa como hacia si misma), es fundamental para que el aprendizaje colectivo se constituya en una herramienta de transformación, y para materializar el compromiso con los objetivos comunes que articulan a los sujetos. Forjar la disciplina parte por valorarla, y dotarla de un componente no solo racional, si no también humano, no es solo comprender que la disciplina es el único medio por el cual se puede alcanzar victorias de manera colectiva, ni tampoco la conciencia sobre los fines que nos vinculan a nuestros compañeros de clase, también radica en la subjetividad que nos impulsa al que hacer, es decir, el entusiasmo revolucionario, la virtud de apreciar profundamente la actividad revolucionaria, que nos une a otros y nos compromete con estos y con nuestro futuro, por más pequeña que sea la actividad de la organización.

Así mismo, la validación y promoción de las características individuales de los sujetos, reviste un rol central en la actividad colectiva. Mucho se cuestiona sobre todo desde sectores anarquistas, que la organización o la “jerarquía” es un ejercicio de autoridad que suprime la libertad del sujeto. Para los comunistas, la libertad del sujeto no pasa, en ningún caso, por un ejercicio individual, menos por el hecho de organizarnos o dividir roles y responsabilidades en los espacios de organización. Por el contrario, la libertad es ante todo colectiva y radica en la conciencia de los sujetos, y el desarrollo superior del conocimiento como herramienta de transformación social y desarrollo humano, pero fundamentalmente se sostiene en la capacidad de potenciar al máximo las cualidades y virtudes de cada sujeto. En este sentido, la contribución de cada uno al proyecto colectivo es única, y responde a sus propias características y particularidades, desde ahí que la actividad colectiva tiene como tarea explorar y promover el desarrollo individual de cada sujeto, lejos de la estandarización y la anulación de sus propias virtudes.

Apostamos por la pedagogía revolucionaria como el método fundamental de nuestra actividad militante para la construcción de la fuerza social revolucionaria, al interior de las organizaciones de masas, donde el instrumento revolucionario se inserta. La educación revolucionaria de nuestra clase es un elemento insustituible, capaz de proyectar el desarrollo cualitativo y material de los sectores más avanzados en el largo plazo. Ni las mejores y más rimbombantes acciones de propaganda para sustituir la falta de inserción en el pueblo, ni el copamiento más “eficiente” de puestos dirigenciales de sindicatos o centros de estudiantes, con delirios megalómanos para aparentar tener fuerza que no existe, ni el desdén con el cual el izquierdismo radical sustituye el rol del pueblo con una práctica marginal, reaccionaria y mal llamada insurrecta, pueden reemplazar el protagonismo de un pueblo que se educa y prepara para la revolución.