El escenario político en torno las elecciones burguesas

El periodo de la lucha de clases marcado por la consolidación de la democracia burguesa en Chile, estuvo conducido por un bloque en el poder fuertemente cohesionado en torno al proyecto del capitalismo neoliberal, con un consenso entre las distintas fracciones de clase de la burguesía, mientras se transitaba a una maduración de los sectores medios y un empeoramiento en las condiciones de vida y laborales de la clase trabajadora y los sectores populares.

Este proyecto, en términos económicos, estuvo liderado por la gran burguesía transnacional, concentrada en el ámbito financiero, de comercio y servicios, y representada a nivel político por todas las coaliciones del bloque en el poder, que más allá de los matices discursivos, siempre han sido fieles representantes de este sector de la burguesía y sus intereses.

Tras el escenario político que se abre con la revuelta del 18 de octubre, marcado por un agotamiento de la democracia burguesa y una crisis de legitimidad del bloque en el poder, se vuelve sustancial para este plantear una estrategia de gobernabilidad.

En este sentido, el periodo de transición que se abre con la revuelta viene a definirse a través de las elecciones presidenciales de este 21 de noviembre, sobre lo cual es importante mencionar que lo que está en juego no es, en ningún caso, el proyecto de la burguesía, ni tampoco el sector hegemónico al interior de esta, si no la estrategia a implementar para la salida de la crisis de legitimidad que sufre la democracia burguesa y el bloque en el poder.

Desde ahí que reconocemos dos estrategias de la burguesía representadas políticamente en ciertos sectores y candidaturas en apariencia antagónicos, pero que en la práctica como ya dijimos responden al mismo proyecto hegemónico.

a) “Ampliar la democracia burguesa”: La alianza de la gran burguesía con los sectores medios

Los sectores medios compuestos por las capas más acomodadas de nuestra clase y la pequeña burguesía surgen como resultado de la fase de acumulación del capitalismo en los últimos 30 años, donde el proceso de mercantilización en aspectos esenciales de la vida como la educación, salud o vivienda, y la ampliación del consumo mediante la oferta crediticia tuvieron un rol central.

La consolidación de los sectores medios y su apuesta programática se consagran luego de años de maduración política y organizativa como alianza de fracciones de clase, adquiriendo representación política a través del Frente Amplio, hasta el punto de adquirir la capacidad de conducción del movimiento de masas en importantes coyunturas previas al 18 de Octubre (como lo fue la conducción del movimiento estudiantil el 2011, las movilizaciones de No + AFP, las jornadas de movilizaciones feministas, entre otros).

Este es el escenario que configura la primera estrategia para recuperar la legitimidad de la democracia burguesa mediante la candidatura de Boric: gobernar bajo una “alianza” que bajo la conducción indiscutida la gran burguesía transnacional, incorpore a estos sectores medios. Lo que garantizaría por un lado, una renovación en la imagen del bloque en el poder mediante nuevas figuras públicas, y por otro, la cooptación institucional de los sectores que han sido mayormente protagónicos en el desarrollo del movimiento de masas en la última década, y de esta forma, ampliar el margen de la democracia burguesa con el fin de alcanzar su relegitimación mediante un discurso inclusivo que dé respuesta a las reivindicaciones progresistas de estos sectores.

A nuestro parecer, el triunfo de esta estrategia abriría 2 procesos complementarios. A sabiendas que la apuesta programática de los sectores medios no representa los intereses de la clase trabajadora, es evidente que esto podría generar una ruptura en la dinámica de lo que ha ocurrido en la última década, donde esta alianza de fracciones de clase ha asumido la conducción social y política en las organizaciones y movilizaciones de masas subordinando a sus intereses y métodos a los trabajadores y sectores populares más movilizados. Esta condición dejaría un campo fértil para el avance cualitativo y cuantitativo de la organización popular con autonomía de clase, otorgando mayores posibilidades para el ascenso de la lucha de clases. Sin embargo, también podría significar una oportunidad para la instalación del discurso populista de los sectores reaccionarios de la burguesía, y desde ahí movilizar en torno a este discurso a los sectores más atrasados de la clase.

 

b) “Proteger la democracia”: la dirección política de la burguesía mediante la coerción y el resguardo de la seguridad pública

El conflicto en el wallmapu ha provocado un ascenso en la reacción de los sectores de la burguesía terrateniente (ligados a la silvicultura -forestal- y agricultura), lo que ha llevado a una agudización del conflicto, transitando de una guerra de baja intensidad al uso de métodos convencionales de guerra, esto a su vez combinado con la constitución de organizaciones patronales como APRA, y la instalación de referentes públicos de corte fascista como el Movimiento Social Patriota, así como el fortalecimiento de sus expresiones orgánico-partidarias como el Partido Republicano, ha desencadenado un posicionamiento contundente respecto a la estrategia necesaria para asegurar la gobernabilidad del bloque en el poder.

En este sentido, para estos sectores de la burguesía no cabe dentro de su estrategia de gobernabilidad alianzas con los sectores medios, pues, el discurso progresista de estos últimos no dialoga con la idea de relegitimar la democracia mediante el uso de la autoridad y mando para resguardar el orden y la seguridad pública, condición necesaria para asegurar la tranquilidad de los capitales transnacionales.

Esta estrategia expresada por Kast y su programa de gobierno, en caso de imponerse en las elecciones, tendría directas repercusiones en los sectores medios, que, excluidos de la dirección política del Estado, se verían forzados a asumir protagonismo y mayor inserción en el mundo popular, lo que significaría para ellos cooptar mediante el discurso, y la conducción de las organizaciones de masas a la clase trabajadora, en una suerte de “alianza” donde los sectores populares serán una vez más (como lo han sido esta última década) carne de cañón para las mesas de dialogo y acuerdos de cocina que caracterizan a los sectores medios, quienes por supuesto, dado que nacen al calor del mismo desarrollo del capitalismo en Chile, lejos de querer destruirlo solo necesitan ampliarlo para dar respuesta a sus intereses como clase (o mejor dicho alianza de fracciones de clase). Los “movimientos sociales” que niegan o invisibilizan las contradicciones de clase, cumplen un rol clave para los desafíos de los sectores medios, como forma de instrumentalización y subordinación la fuerza de la clase trabajadora a los intereses de dicho sector.

Tarea fundamental de los revolucionarios ante ese escenario será fortalecer la organización de clase, autónoma de las plataformas de los sectores medios y sus apuestas reivindicativas y programáticas, combatiendo a su vez el discurso dominante que instalará de forma populista la gran burguesía mediante la estrategia de gobernabilidad de “protección de la democracia” y que tendrá impacto en los sectores más atrasados del campo popular. Lo importante en este sentido, es no perder el foco, tanto progresistas como reaccionarios tradicionalmente denominados como fascistas, solo representan dos estrategias de la misma clase dominante y específicamente del mismo sector hegemónico dentro de esta. Debemos evitar a toda costa confundir al pueblo, siendo siempre claros en que es la burguesía con distintas caras la que se expresa en ambas apuestas, y que los conflictos de los sectores medios con el bloque en el poder, no son ni serán los conflictos de la clase trabajadora, mientras esta no tenga la capacidad de ser la que conduzca política (mediante su propio programa) y orgánicamente (mediante sus propias organizaciones de masas) y no de ser conducida.

c) Consenso, estabilidad institucional y desmantelamiento del campo popular

Yasna Provoste es sin lugar a duda la carta de consenso de la burguesía y el bloque en el poder entre ambas estrategias de gobernabilidad, lo más cercano a la continuidad del tradicionalismo concertacionista, con un respaldo abierto de los sectores medios, y bajo la dirección de la gran burguesía transnacional, quien se verá ampliamente beneficiada con la estabilidad institucional que pudiese otorgar esta estrategia de consenso y que se sostendría a nuestro parecer en tres elementos:

1. La contención y cooptación de los sectores medios, quienes, por un lado, se harán parte de forma secundaria de la administración del gobierno, dando respuesta de manera parcial a sus aspiraciones e intereses de corte ideológico, y que no tienen impacto alguno en las bases de la dominación burguesa.

2. El ejercicio de una iniciativa político militar (combinada con una fuerte acción civil de inteligencia) para el control y coerción del campo popular y los sectores más radicales, camuflada en un discurso de dialogo y ciudadanía.

3. El fortalecimiento de las practicas de clientelismo político a través de los gobiernos locales, subsidios y otros, que apostarán por neutralizar al campo popular, atomizando la iniciativa de este para resolver los conflictos de forma individual y siempre bajo el alero de la legalidad.

La vigencia del consenso del bloque en el poder y la burguesía

Mas allá de las diferentes estrategias de gobernabilidad que propone el bloque en el poder y las posibles repercusiones que estas estrategias puedan tener en el escenario político, lo que no debemos perder de vista es que el consenso no se ha puesto en entredicho, ni la hegemonía de su sector dominante, al contrario, sigue totalmente vigente. Esto quiere decir que no existen conflictos interburgueses, si no diferencias en como resolver la crisis, derivada del agotamiento de la democracia burguesa, pero con el fin ulterior de resguardar los mismos intereses: los intereses de la gran burguesía transnacional.