Contra la burguesía y su camino electoral: insurrección y poder popular.

Durante los últimos años y como consecuencia del agotamiento de la democracia burguesa, reformistas y progresistas han presionado insistentemente a la población para ser parte del proceso electoral, donde algunos sectores incluso han emplazado abiertamente a los revolucionarios, tratándonos de infantilistas por no hacernos parte de la “fiesta de la democracia” pues según ellos, esto significa no avanzar junto al pueblo y hacerle, de paso, “la pega a la derecha”.

Estos discursos, que se vuelven hegemónicos en los medios de comunicación, redes sociales, etc., validan la vía institucional, y electoral particularmente, como mecanismo para la resolución de los problemas que el capitalismo genera para la clase trabajadora.

Es por esto, que nos parece fundamental plantear nuestra postura frente al proceso eleccionario como mecanismo principal de la democracia burguesa.

El régimen democrático burgués es por excelencia el mecanismo establecido por la clase dominante, para mantener su sistema de dominación intacto. Es por esto, que podemos reconocer proyectos en apariencia antagónicos, pero que en el fondo representan los mismos intereses de clase, y no alteran ni un milímetro el orden burgués. Debemos ser claros en esto, la farsa de la democracia permite hacer creer al pueblo que su participación en las elecciones es la forma en que pueden ejercer protagonismo para cambiar o mejorar sus condiciones de vida, sin embargo, eso nunca llega a suceder, ya que independiente de quien salga en las elecciones, siempre la victoria será de la burguesía, que renueva, elección tras elección, la legitimidad de su democracia: la democracia burguesa.

Como revolucionarios, conscientes de esta realidad, asumimos que la única alternativa para cambiar las condiciones de vida de la clase trabajadora, es acabar con la explotación y opresión en la que vive nuestro pueblo, es decir hacer la revolución mediante el único camino posible: la vía insurreccional y la construcción de poder popular.

Confiamos en este camino porque jamás la burguesía permitirá por la vía pacífica el desmantelamiento del sistema que les permite justamente vivir como tal. En ese sentido, nosotros los comunistas, apuntamos a la desaparición completa de este sistema y la sociedad de clases, no solo a su maquillaje.

Es por esto, que votar, no es un acto superfluo o circunstancial, como algunos reformistas, progresistas e incluso algunos autodenominados revolucionarios han querido instalar, votar significa reivindicar los intereses de la burguesía y sus métodos, como mecanismos válidos para el funcionamiento social, y por lo mismo, para los revolucionarios no es sino otra herramienta de dominación contra la cual enfrentarnos, pues no estamos dispuestos a validar el orden imperante.

Por lo mismo, nuestro posicionamiento es categórico, el problema de la vía electoral no es un problema de orden táctico, ni tampoco de principio moral, es un problema de estrategia y nos posiciona de una vereda u otra. Como dijo Santucho: “no hay tercera posición entre explotadores y explotados”.

Aun así, entendemos que para grandes porciones del pueblo chileno, las elecciones representan una aspiración concreta por vivir mejor, la clase trabajadora que vive cotidianamente las injusticias de este sistema, ve en la democracia burguesa y sus aparatos una esperanza para transformar sus condiciones de vida.

No se trata de una masa organizada, ni de militantes de alguna causa en particular, por ello el voto fluctúa entre quienes mejor ofrezcan, pero “esa masa” es para nosotros el factor revolucionario, son hombres y mujeres que viven el yugo de la explotación, y por ende, es a quienes debemos sumar a la alternativa revolucionaria, porque nosotros sabemos que aquellas promesas que sectores progresistas y reformistas hacen en estos contextos eleccionarios solo alimentan una falsa esperanza para el pueblo.

Es por esto, que construir, materializar y visibilizar una alternativa revolucionaria en nuestra clase, es para nosotros una tarea de primer orden y para ello, el ejemplo cotidiano de quienes nos definimos como revolucionarios es fundamental. No basta con rechazar las elecciones, ni gritarlo a los cuatro vientos, si nuestro discurso no se materializa en militancia revolucionaria; comprometida con el pueblo, disciplinada, y consecuente.

La revolución nunca será alternativa a la vía institucional, si se hace en la medida de lo posible.